sábado, 1 de junio de 2024

¿Dictadura legal? Bukele comienza su polémico segundo mandato


Con intensa movilización militar y policial en diferentes sectores de la ciudad capital, Nayib Bukele se preparó para este sábado realizar su segunda toma de posesión como presidente de El Salvador.

En la víspera de la juramentación, programada para arrancar este sábado a las 8:00 a.m. hora local en el centro histórico de San Salvador, la fuerza pública arrestó, además, a tres líderes sociales que han mostrado posturas críticas, entre ellos a José Santos Melara, un veterano de guerra que ha liderado protestas multitudinarias y reclamos contra el gobierno.


 

Uno de los ejes de la política Bukele, acaso el más importante, ha sido un régimen de excepción que limita los derechos constitucionales de asociación, libertad de movimiento y de debido proceso, el cual está vigente desde el 27 de marzo de 2022 a pesar de que la medida está contemplada en la ley como una de carácter temporal.

Bukele decretó este régimen extraordinario después de que se rompió un pacto de gobernabilidad entre su gobierno con las pandillas.

El régimen de excepción, sumado a otras reformas legales aprobadas por el congreso del país, que desde 2021 está dominado por una supermayoría bukelista, permitió al presidente consolidar la baja de homicidios que el país centroamericano empezó a ver hace casi una década.

Han sido las mejoras en la seguridad pública, según coinciden analistas independientes, las que dieron al presidente la popularidad de la que goza, que lo aupó a una fácil reelección en los comicios celebrados en febrero anterior.

A la ceremonia acudirán media docena de mandatarios latinoamericanos, el rey de España y una delegación estadounidense encabezada por Alejandro Mayorkas, el secretario de seguridad interna de Joe Biden.

Entre las visitas de América Latina, la más destacada en los medios de prensa locales ha sido la de Javier Milei, el mandatario argentino que comparte algunas formas irreverentes y controversiales con el popular salvadoreño, y quien, al igual que Bukele, llegó por primera vez al poder renegando de la clase política de su país. Una ausencia destacada es la de Bernardo Arévalo, el presidente de Guatemala, que es, antes que Estados Unidos, el principal socio comercial de El Salvador.

Los retos del segundo mandato

El mismo día en que los salvadoreños reeligieron a Bukele votaron también por nuevos diputados del congreso unicameral. Los resultados de la presidencial dieron a Bukele una cómoda victoria que nadie objetó, más allá de los señalamientos de que la candidatura misma era inconstitucional.

En las legislativas Bukele volvió a ganar supermayoría luego de reducir, a través de una reforma previa que también fue ilegal porque estuvo hecha fuera de los plazos establecidos en la ley, el número de curules en el congreso; esas elecciones, además, estuvieron plagadas de señalamientos de irregularidades como la prohibición a la prensa independiente de presenciar los conteos, la caída del sistema informático del Tribunal Suprema Electoral durante horas y, en algunos casos, el decomiso ilegal de urnas.

Ya en el primer mandato, tras lograr su primera supermayoría en la legislatura 2021-2024, Bukele hizo las reformas de ley y los nombramientos clave que le han dado el control absoluto del Estado, incluidos los poderes legislativo y judicial, la fiscalía general, la cámara o tribunal de cuentas, el mismo tribunal electoral, entre otras instituciones.

Así, sin contrapesos, Bukele entrará a un segundo mandato en el que la oposición en la Asamblea es mínima y con una poca prensa independiente abrumada por constantes amenazas de persecución y restricciones en el acceso a la información pública.

La Asociación de Periodistas de El Salvador denunció que Casa Presidencial ha negado credenciales a reporteros independientes o incluso ha revocado algunas que ya había otorgado.

No serán ni la oposición política ni la prensa los obstáculos que Bukele deberá enfrentar; las trabas más importantes que el presidente tiene frente a él son la economía y la salud financiera del Estado.

Uno de los datos que el gobierno no ha podido esconder es el de la pobreza. De acuerdo con un reporte del periódico La Prensa Gráfica, basado en cifras del Ministerio de Economía, la pobreza aumentó cinco puntos en el primer mandato de Bukele: de 22.8% de hogares en 2019 a 27.2% en 2023. Eso a pesar de que en esos años la economía, impulsada en parte por el rebote postpandemia, creció a un ritmo levemente mayor a las cifras anuales recientes.

El otro asunto urgente, según han destacado varias casas analistas de riesgo y el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI), es el ritmo del crecimiento de la deuda pública, que para mediados del año pasado había rozado el 85% del Producto Interno Bruto y seguía creciendo de forma acelerada.

Para tratar de tapar sus huecos financieros, Bukele ha recurrido a recompra de su propia deuda, lo cual ha empobrecido la calificación crediticia del país a niveles pocas veces vistos antes, y, según lo confirmó la casa británica Barclay’s, recurrió a los fondos de ahorros de pensiones de los trabajadores para intentar solventar algunas obligaciones.

Bukele, en efecto, tuvo que hacer malabares durante su primer mandato para no caer en una situación de impago que hiciera peor el panorama; tuvo que recurrir a mecanismos alternos a falta de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional FMI que permita a El Salvador acceder a un crédito de USD 1.4 mil millones y abrir otras fuentes de créditos en la banca multilateral.

El impasse con el FMI lleva ya cerca de tres años e inició por observaciones del Fondo al crecimiento del déficit, a temas de gobernanza y a la entrada vigor del Bitcoin como moneda de circulación nacional.

Bukele y sus enviados a Washington, sede del FMI, han tratado de reactivar las negociaciones, pero estas continúan en punto muerto. Todo gira en torno a revisar su política sobre el Bitcoin.

El camino ilegal a la reelección y las violaciones a los derechos humanos

Nayib Bukele será el primer presidente salvadoreño que jura para un segundo periodo consecutivo desde que en 1935 lo hizo Maximiliano Hernández Martínez, un militar que había dado un golpe de Estado tres años antes y que acudió a interpretaciones antojadizas de la Constitución para pasar de largo por prohibiciones constitucionales que, ya entonces, impedían la reelección.

Bukele echó mano del manual que primero se aplicó en el martinato, como se conoció a la dictadura de Hernández Martínez, para afianzarse en el poder. El primer paso fue asegurar el control de todo el Estado.

En mayo de 2021, tras ganar supermayoría en las legislativas de ese año, Bukele destituyó de forma ilegal al Fiscal General de la República y a magistrados de la Corte Suprema de Justicia para poner en su lugar a funcionarios afines.

Los nuevos jueces del supremo reinterpretaron un artículo de la Constitución ese septiembre y abrieron, son su nueva lectura, el camino a la reelección.

A Hernández Martínez la historia lo señala como responsable de una masacre de campesinos e indígenas que dejó unos 32,000 muertos en el occidente del país en 1932.

Cuando Bukele jure como presidente por segunda vez, en El Salvador habrá cerca de 100,000 personas presas, 80,000 de las cuales fueron encarceladas desde que inició el régimen de excepción en 2022. Son cifras dadas por Gustavo Villatoro, el ministro de seguridad pública de Bukele, a finales de mayo. Esto hace de El Salvador el país con la mayor tasa de población encarcelada en el mundo: 605 por cada 100,000 habitantes para finales del año pasado.

Diversas organizaciones defensoras de derechos humanos, entre ellas Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han denunciado que en las cárceles de Bukele se tortura y que decenas de personas han muerto de forma violenta mientras estaban bajo custodia del Estado.

La previa de la segunda juramentación de Bukele ha estado marcada por esas dos versiones de El Salvador que se configuraron desde 2019, la primera vez que él llegó al poder: la del país vibrante, liberado de criminales y próspero que pinta la propaganda oficial, y la de la dictadura incipiente, que al mejor estilo de regímenes autoritarios latinoamericanos que  arrancan con la venia popular a un político carismático, y la del país oscuro, marcado por el terror estatal.

Del primer país da fe la aprobación del presidente, casi intacta después de cinco años, y el aval de los líderes extranjeros que estarán en la toma de posesión. Del segundo país habla, por ejemplo, la captura reciente de José Santos Melara, el veterano de guerra que lideró protestas callejeras masivas y a quien los policías de Bukele fueron a sacar de su casa la madrugada del 31 de mayo para luego acusarlo de preparar actos de desestabilización durante la toma de posesión.

 

Fuente prensa internacional

Foto fuente externa

noticieroalternativo@gmail.com

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