sábado, 6 de julio de 2024

Del marketing político a la neuropolitica

 


Isidro Toro Pampols .·.

Cuando en el siglo XV Maquiavelo escribió “El Príncipe” para aconsejar a Lorenzo de Médici sobre cómo recuperar la pérdida de confianza de su pueblo, describió lo que en adelante se conocería como marketing político, con frases tan elocuentes como esta: “Los hombres juzgan más por los ojos que por las manos, ya que a todos es dado ver, pero palpar a pocos”. Parece que presagiaba el neuromarketing.

Otro evento de interés fue cuando el general y candidato republicano Dwight Eisenhower, en los años 50, pactase con la agencia de publicidad DDBO para crear los primeros anuncios o spots electorales en televisión bajo el eslogan «I Like Icke» utilizando el diminutivo de su nombre.

John F. Kennedy, una década después, logró ventaja sobre su candidato contendor, Richard Nixon, en un mítico debate electoral televisado para el que se había entrenado a conciencia utilizando las técnicas de la publicidad en boga en el momento.

Hoy, con las modernas inventivas de neuromarketing, sobre la base de los avances de las neurociencias utilizadas para comprender el cerebro y las bases biológicas de nuestra conducta, los asesores políticos intentan cada día más comprender y hacer suyo el axioma «los ojos son el espejo del alma», codiciando saber el comportamiento normal, más allá de lo estrictamente electoral, para descifra e inducir el accionar de los votantes en próximos comicios.

Conocer sobre todo sus emociones, la mayoría inconscientes, que se manifiestan en imperceptibles expresiones faciales y movimientos oculares cada vez que un candidato político coge a un niño o niña en brazos, besa a un anciano o anciana y hasta cuando le dicen al gobernante de turno: «Váyase, señor Madera». Es el mundo de la neuropolítica, donde los algoritmos revelan lo que nos inquieta, nos conmueve o nos desespera y que sobrepasa lo racional.

Se utilizan mecanismos como el software de codificación facial automatizada y cámaras instaladas en un anuncio digital para analizar las reacciones faciales de los observadores y ajustar el mensaje. La neurociencia lo abarca casi todo, aunque parezca distópico e incluso carente de ética.

Es la llamada «empatía artificial» o entender las emociones de una persona gracias a los resultados del análisis que arroja una máquina.

Filmar las reacciones de la gente en un cara a cara del candidato sirve para estudiar su debilidad y poder mejorar su comunicación no verbal, y también a los seguidores del adversario.

Es un mundo que ha cambiado en la forma, nos diría Maquiavelo, pero la esencia humana es la misma.

Foto fuente externa

 

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